Ahora se lleva gritar al universo, resonar cuánticamente y escribir en un papel «me declaro libre, me declaro merecedor, me declaro dispuesto a recibir (pasta y pareja fundamentalmente)…😳«.
O hacer un ritual en Adviento (que significa reflexión y anima a la espera, el perdón o la alegría) para obtener abundancia, o sea, que nos sentimos tan escasos que necesitamos ir de pedigüeños con el cosmos para empacharnos…
El cerebro no entiende un «decreto» ni un «ritual» de quien se siente escaso y falto sino acciones metódicas, constantes, continuas, retadoras y con complejidad lentamente creciente.
Las culturas y tradiciones NUNCA juntaron cuatro velas, unas plantas y objetos de artesanía para PEDIR, pedir y pedir sino para agradecer, mantenerse en la humildad de quienes son y seguir fuertes un año más. Jamás he visto eso en monjes Shinto, lamas, indígenas Lakota, Huicholes o Shuar. Nunca les vi ir de mendigos pidiendo abundancia.
Uy, uy, uy, me estoy pasando: dijimos que esto va de fracasar así que vuelvo.
En efecto, si quieres fracasar, conscientemente ya sabes, es bueno que tires de resultados rápidos y garantizados.
Antes uno meditaba años para obtener el beneplácito del profesor para la enseñanza. Ahora tú mismo, ahora mismito, puedes grabarte una nueva meditación y subirla a Facebook. Aunque no tengas tiempo, aunque el algoritmo eres tú, decides el camino del héroe y a lanzarse a inventarse una meditación personal eso sí, sobre lo que hoy toque: emociones, abundancia, universo, «miedos»…
Los Shinto se bañan en cascadas heladas, bien lo sé :). Y ese entrenamiento lleva sus añitos y te va dando salud, fuerza y vitalidad y una extraña atención al presente porque estás más «vivo». Pero para qué hacer eso si puedes bañarte en agosto en la Sierra y creer que ya has logrado algo, cuando se trataba de despertar el Tummo (calor interno).
- ¿Quieres no hablar inglés nunca? Dale a los 3 meses.
– ¿Quieres no tocar la guitarra nunca? Opta por un curso de 4 semanas.
– ¿Quieres cambiar hábitos? Opta por el mito tonto (y falso) de los 21 días.
Es posible que ese curso de 4 semanas no sea malo o el de los 3 meses: no me malinterpretes. Pueden ser magníficos y por algo hay que empezar.
Pero son acaso una introducción. Un primer PASO. De ahí a la maestría, a la implementación real queda mucho…
– «Es que yo no quiero estar toda la vida aprendiendo x…».
– «Es que me hago este curso y así no hago una carrera a mis años».
– «Es que me leo un libro y ya yo lo hago».
Y así puedes elegir los ejemplos que te plazcan. ¡Para qué trabajarnos si hay caminos cortos!
Como vía de fracaso están genial. Un Yo aislado, que crea cosas y que las quiere para ayer. Es muy atractivo… tan atractivo que a pesar del fracaso no deja de serlo.
Me gustan las cosas prácticas y trato de ahorrar rodeos innecesarios, pero no caigo en los fantasmas de la prisa.
Ali, Jordan, Messi en sus parcelas, Barenboim o Yo-yo ma en la suya, no digamos cualquier científico, están más de 4 y 8 semanas aprendiendo.
Pero estos no saben, ni son prácticos, son demasiado meticulosos ¿eso es?
Claro, claro es que tú no quieres ser Ali ni Jordan ¿verdad?
Ni quieres tocar el piano como Barenboim ni la guitarra como Hendrix.
Ni hace falta ser Richard Feynman para la física cotidiana.
Entonces te vienen al pelo los 21 días, notar que estás mejor en 4 semanas y NO seguir.
El 21 de enero de 2021 ya habrás fracasado. Es un mito pero tan atractivo que igual te sirve.
Recuerda: ni se te ocurra ser como Michael Jordan y el 22 de enero por favor, para, no sigas, huye de quien te anime a continuar, porque tú no eres ni quieres ser MJ.
¡Feliz fracaso rápido garantizado!