Continuación…
3. El cuerpo no siempre dice la verdad. Esto es importante dado que si escuchas al cuerpo en realidad lo que haces es escuchar la construcción de dolor – tensión – relajación – agradable – desagradable en el cerebro. Pero no esperes que venga una vocecita con barba blanca y te diga «la verdad». Es sorprendente que le digamos a la gente «escucha tu interior» como si tuviéramos un Aristóteles escondido entre el esternón y el diafragma dispuesto a enseñarnos Etica a Nicomaco a poco que cerremos los ojitos y ajustemos la postura. Lo tengo muy claro: escucha a los que saben, déjate enseñar por los maestros, reconoce tu nivel, aprende a aprender de los que más saben y nivel tienen y así poco a poco construirás el «Aristóteles interno», en el cerebro por cierto. Quizá está tan de moda aprender «solo», no reconocer al experto, que decir que tenemos el maestro dentro puede ser una forma de arrogancia.
Pero más allá de cómo aprendes, el cuerpo no siempre dice la verdad, por la sencilla razón, de nuevo, de que la misma sensación que aparece en tus tripas cambia según el contexto y está influenciada por tu memoria. Me explico: ese hormigueo en el estómago lo llamas ilusión cuando quedas con una chica-chico y lo llamas nerviosismo cuando es antes de un examen. ¡Pero es el mismo hormigueo! Lo que ha cambiado es la interpretación. Esto choca pero es la evidencia que recogemos en neurociencia en los últimos 20 años. Sabemos al 100% hoy en día que las emociones se construyen y por tanto la «información» de los órganos y sistemas está lejos de ser la verdad. Es más la construcción de tu confirmación de lo que sospechas, según tu contexto (5), creencias y un largo etcétera. Eso no quiere decir que el dolor cuando duele sea falso, duele seguro. Pero sí quiere decir que no duele igual, no lo construyes igual, si estás enamorado, aburrido, motivado, frustrado, cansado, vital, interesado o abatido. Creer que toda la información de tu cuerpo es cierta per se no es muy sabio.
4. Las emociones no están en los órganos. Tanto en China como en Egipto como en Europa (sí, sí, en el malvado Occidente) a lo largo de los siglos las culturas fueron cardiocéntricas (por Aristóteles para más inri). No hicieron caso acá a Hipócrates, un pedazo de científico de su época, tampoco a Galeno, aquel médico de gladiadores que siempre me resulta inspirador. Ambos tenían muy claro que es el cerebro y no el corazón la sede de la conciencia. Ya lo anticiparon los Vedas, ¡¡sí, sí los Vedas!!, y también Alcmeón de Crotona siglos antes (oriente y occidente jejeje) pero antiguamente los órganos y «el corazón» tenían mucho empuje y Aristóteles mucha influencia (6).
Hoy sabemos que corazón y órganos comunican vía nervio vago e ínsula en el cerebro y participan en la construcción de emociones, sentimientos y pensamientos. Participan insisto. Para que me entiendas: no generas la misma emoción si estás cansado o vital ante un mismo estímulo problemático, tu suegra por ejemplo :). No generas la misma emoción con un pulmón elástico que uno tenso, pero eso no significa que las emociones estén en el pulmón.
Ya sé que algún lector me va a decir que se ha descubierto que la información del corazón al cerebro es más rápida que la del cerebro a éste. Vale, molt be, también la información del policía al ministro de Interior es más rápida y eso no hace al policía ser más importante que el ministro.
Otros me dirán que las ondas armónicas del corazón influyen en el cerebro. ¡Pues claro! Y la respiración, y la microbiota, y la música que escuchas y la gente con la que hablas. Todo influye, participa, pero no dirige o integra.
También sé que alguno me dirá lo del campo magnético del corazón de 5 metros y del cerebro apenas centímetros. Esta no la comento aquí hoy, pero es la más loca de todas.
También es posible que alguno me diga que la neurociencia del cuerpo demuestra estas relaciones. Claro, estaría bueno que el organismo no estuviera comunicado y que el cerebro no recibiera información de todo, pero eso no implica que el estómago decida o que el corazón decida. Por cierto es muy curioso que en la neurociencia del cuerpo nos olvidemos, como siempre, de los aspectos sociales de todas esas sensaciones y comunicaciones. Recuerda que si el jefe es un tirano y tu amígdala se dispara y el miedo surge, la solución no está en la amígdala, sino en el jefe o en mandarle a paseo si es posible, o en cambiar de trabajo más allá de la «amígdala». También en conocer sobre tu miedo, pero a la par con la estructura social evidentemente.
Para quien a estas alturas del texto todavía permanece cardiocéntrico…
¿Has pensado alguna vez si sería lo mismo un trasplante de cerebro o de corazón? Pues mira, si te trasplantaran el cerebro de «Fernando» (que no se puede evidentemente), tú eres esa persona o casi. Pero si te trasplantan el corazón de «Fernando», tú después de la cirugía y el shock sigues siendo tú, es decir tu viajas donde va tu cerebro, no donde va tu hígado, tu corazón o tu pulmón.
(5) Barrett, L. F. (2006). Are emotions natural kinds?. Perspectives on psychological science, 1(1), 28-58.
(6) https://summa.upsa.es/high.raw?id=0000029392&name=00000001.original.pdf
continuará mañana…